Sigmund Freud: "La
maldad es la venganza del hombre contra la sociedad por las restricciones que
ella impone"
Sobre Sigmund Freud (1856-1939) dijo el doctor C. George
Boeree (1952), profesor de Psicología de la Shippensburg University de
Pennsylvania, que "en un tiempo donde todo el mundo creía en la
racionalidad del ser humano, nos demostró cuánto de nuestro comportamiento
estaba influido por la biología. Cuando la gente consideraba que éramos
individualmente responsables de nuestras acciones, nos enseñó el impacto de la
sociedad; cuando todo el mundo creía que la masculinidad y la feminidad eran
roles impuestos por Dios, nos enseñó cómo influían en los mismos los patrones
dinámicos familiares".
Sigismund Schlomo Freud, médico y neurólogo austríaco, fue el
fundador del psicoanálisis y acaso uno de los científicos más trascendentales
de la historia de la humanidad. Siendo estudiante en la Universidad de Viena,
comenzó a investigar el sistema nervioso central de los invertebrados en el laboratorio
de fisiología que dirigía el médico alemán Ernst Wilhelm von Brücke
(1819-1892). En 1881, tras obtener su licenciatura en Medicina, permaneció en
la universidad como ayudante en dicho laboratorio hasta que, en 1883, pasó al
Hospital General de Viena, donde estuvo tres años dedicándose sucesivamente a
la psiquiatría, la dermatología y los trastornos nerviosos. Dejó este trabajo
en 1885 cuando fue designado profesor adjunto de Neuropatología en la
Universidad de Viena y, a fines de ese mismo año, recibió una beca del gobierno
para estudiar en París durante cuatro meses con el neurólogo Jean Charcot
(1825-1893). Sus estudios con éste, centrados en la histeria, encauzaron
definitivamente sus intereses hacia la psicopatología, el estudio científico de
las enfermedades mentales. A su regreso a Viena, se estableció como médico
privado especializándose en los trastornos nerviosos a la vez que desarrolló
los conceptos fundamentales en que se asientan la teoría y la técnica del
psicoanálisis. Su obra es monumental y abarca la interpretación psicoanalítica
de fenómenos sociales como la religión, la mitología, el arte, la literatura,
el orden social o la guerra. Algunos de sus trabajos más relevantes son
"Die struktur der elemente des nervensystems" (La estructura de los
elementos del sistema nervioso), "Die behandlung gewisser formen von
neurasthenie und hysterie" (El tratamiento de ciertas formas de
neurastenia e histeria), "Über den psychischen mechanismus hysterischer
phänomene" (Sobre el mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos),
"Obsessions et phobies" (Obsesiones y fobias), "Die
traumdeutung" (La interpretación de los sueños), "Zur
psychopathologie des alitagslebens" (Psicopatología de la vida cotidiana),
"Der witz und seine beziehung zum unbewussten" (El chiste y su
relación con lo inconciente), "Zwangshandiungen und religionsübungen"
(Acciones obsesivas y prácticas relígiosas), "Hysterische phantasien und
ihre beziehung zur bisexualität" (Las fantasías histéricas y su relación con
la bisexualidad), "Das ich und das es" (El yo y el ello), "Totem
und tabu" (Tótem y tabú), "Einführung in die Psychoanalyse"
(Introducción al Psicoanálisis), "Die zukunft einer illusion" (El
porvenir de una ilusión), "Fetischismus" (Fetichismo), "Das
unbehagen in der kultur" (El malestar en la cultura), "Über die
weihliche sexualität" (Sobre la sexualidad femenina), "Warum
krieg?" (¿Por qué la guerra?) y "Der mann Moses und die
monotheistische religion" (Moisés y el monoteísmo). En 1923 se le detectó
un cáncer en la mandíbula por el que tuvo que someterse a varias operaciones
quirúrgicas. No obstante continuó su actividad durante los dieciséis años
siguientes, escribiendo principalmente sobre asuntos filosóficos o culturales.
Cuando los nazis ocuparon Austria en 1938, se trasladó con su familia a
Londres, donde falleció.
En 1926, el periodista y escritor germano-estadounidense
George Sylvester Viereck (1884-1962) se trasladó a Semmering, en la región de
los alpes austríacos, donde Freud tenía su casa de veraneo. El médico y neurólogo
-describe el entrevistador- tenía "el rostro tenso, como si sintiese
dolor, con arrugas en la frente y la palidez del sabio. Su mente estaba alerta,
su espíritu firme, su cortesía impecable como siempre, a pesar de un ligero
impedimento en su habla. Un tumor maligno en su maxilar superior tuvo que ser
operado. Desde entonces Freud usa una prótesis, lo cual es una constante
irritación para él". "Detesto mi maxilar mecánico -aclaró Freud-,
porque la lucha con este aparato me consume mucha energía preciosa. Pero
prefiero esto a no tener ningún maxilar. Aún así prefiero la existencia a la
extinción. Tal vez los dioses sean gentiles con nosotros, tornándonos la vida
más desagradable a medida que envejecemos. Por fin, la muerte nos parece menos
intolerable que los fardos que cargamos. Setenta años me enseñaron a aceptar la
vida con serena humildad".
De este modo comenzó esta histórica entrevista para el
"Journal of Psichology", la que, por algo más de treinta años, se la
creyó perdida. Felizmente, reapareció publicada en "Psychoanalysis and the
future" (El psicoanálisis y el futuro), un volúmen publicado en 1957 por
la National Psychological Association for Psychoanalysis de New York, en
conmemoración del centenario del nacimiento de Freud.
¿Se rehúsa usted a admitir
que el destino le reserva algo especial?
¿Por qué debería yo esperar un tratamiento especial? La
vejez, con sus arrugas, llega para todos. Yo no me revelo contra el orden
universal. Finalmente, después de setenta años, tuve lo bastante para comer.
Aprecié muchas cosas, en compañía de mi mujer, mis hijos, el calor del sol.
Observé las plantas que crecen en primavera. De vez en cuando tuve una mano
amiga para apretar. En otra ocasión encontré un ser humano que casi me
comprendió. ¿Qué más puedo querer?
Usted tiene su fama.
Toda su obra influye en la literatura de cada país. Los hombres miran la vida y
a sí mismos con otros ojos, por causa de usted. Recientemente, en su
septuagésimo aniversario, el mundo se unió para homenajearlo, con excepción de
su propia universidad.
Si la Universidad de Viena me demostrase reconocimiento me
sentiría incómodo. No hay razón en aceptarme a mí o a mi obra porque tengo
setenta años. Yo no atribuyo importancia insensata a los decimales. La fama
llega cuando morimos y, francamente, lo que ven después no me interesa. No
aspiro a la gloria póstuma. La modestia es mi virtud.
¿No significa nada el
hecho de que su nombre va a perdurar?
Absolutamente nada, es lo mismo que perdure o que nada sea
cierto. Estoy más bien preocupado por el destino de mis hijos. Espero que sus
vidas no sean difíciles. No puedo ayudarlos mucho. La guerra prácticamente
liquidó mis posesiones, lo que había adquirido durante mi vida. Pero me puedo
dar por satisfecho. El trabajo es mi fortuna. Estoy mucho más interesado en un
arbusto que florece de lo que me pueda acontecer después de estar muerto.
Entonces, ¿usted es, al
final, un profundo pesimista?
No, no lo soy. No permito que ninguna reflexión filosófica
complique mi fluidez con las cosas simples de la vida.
¿Usted cree en la
persistencia de la personalidad después de la muerte, de la forma que sea?
No pienso en eso. Todo lo que vive perece. ¿Por qué debería
el hombre constituir una excepción?
¿Le gustaría retornar
en alguna forma, ser rescatado del polvo? ¿Usted no tiene, en otras palabras,
deseo de inmortalidad?
Sinceramente no. Si la gente reconoce los motivos egoístas
detrás de la conducta humana, no tengo el más mínimo deseo de retornar a la
vida; moviéndose en un círculo, sería siempre la misma. Más allá de eso, si el
eterno retorno de las cosas, para usar la expresión de Nietzsche, nos dotase
nuevamente de nuestra carnalidad y lo que involucra, ¿para qué serviría sin
memoria? No habría vínculo entre el pasado y el futuro. Por lo que me toca,
estoy perfectamente satisfecho en saber que el eterno aborrecimiento de vivir
finalmente pasará. Nuestra vida es necesariamente una serie de compromisos, una
lucha interminable entre el ego y su ambiente. El deseo de prolongar la vida
excesivamente me parece absurdo.
Bernard Shaw sostiene
que vivimos muy poco. El encuentra que el hombre puede prolongar la vida si así
lo desea, llevando su voluntad a actuar sobre las fuerzas de la evolución. El
cree que la humanidad puede recuperar la longevidad de los patriarcas.
Es posible que la muerte en sí no sea una necesidad
biológica. Tal vez morimos porque deseamos morir. Así como el amor o el odio
por una persona viven en nuestro pecho al mismo tiempo, así también toda la
vida conjuga el deseo de la propia destrucción. Del mismo modo como un pequeño
elástico tiende a asumir la forma original, así también toda materia viva,
conciente o inconcientemente, busca readquirir la completa, la absoluta inercia
de la existencia inorgánica. El impulso de vida o el impulso de muerte habitan
lado a lado dentro nuestro. La muerte es la compañera del amor. Ellos juntos
rigen el mundo. Esto es lo que dice mi libro: "Jenseits des
lustprinzips" (Más allá del principio del placer). En el comienzo del
psicoanálisis se suponía que el amor tenía toda la importancia. Ahora sabemos
que la muerte es igualmente importante. Biológicamente, todo ser vivo, no
importa cuán intensamente la vida arda dentro de él, ansía el Nirvana, la
cesación de la "fiebre llamada vivir". El deseo puede ser encubierto
por digresiones, no obstante, el objetivo último de la vida es la propia
extinción.
Esto es la filosofía de
la autodestrucción. Ella justifica el autoexterminio. Llevaría lógicamente al
suicidio universal imaginado por Eduard Von Hartmann.
La humanidad no escoge el suicidio porque la ley de su ser
desaprueba la vía directa para su fin. La vida tiene que completar su ciclo de
existencia. En todo ser normal, la pulsión de vida es fuerte, lo bastante para
contrabalancear la pulsión de muerte, pero en el final, ésta resulta más
fuerte. Podemos entretenernos con la fantasía de que la muerte nos llega por
nuestra propia voluntad. Sería más posible que no pudiéramos vencer a la muerte
porque en realidad ella es un aliado dentro de nosotros. En este sentido puede
ser justificado decir que toda muerte es un suicidio disfrazado.
¿En qué está trabajando
señor Freud?
Estoy escribiendo una defensa del análisis lego, del
psicoanálisis practicado por los legos. Los doctores quieren establecer al
análisis como ilegal para los no-médicos. La historia, esa vieja plagiadora, se
repite después de cada descubrimiento. Los doctores combaten cada nueva verdad
en el comienzo. Después procuran monopolizarla.
¿Usted tuvo mucho apoyo
de los legos?
Algunos de mis mejores discípulos son legos.
¿Está usted practicando
mucho psicoanálisis?
Ciertamente. En este momento estoy trabajando en un caso muy
difícil, intentando desatar conflictos psíquicos de un interesante paciente
nuevo. Mi hija también es psicoanalista como usted sabe...
¿Usted ya se analizó a
sí mismo?
Ciertamente. El psicoanalista debe constantemente analizarse
a sí mismo. Analizándonos a nosotros mismos, estamos más capacitados para
analizar a otros. El psicoanalista es como un chivo expiatorio de los hebreos,
los otros descargan sus pecados sobre él. El debe practicar su arte a la
perfección para liberarse de los fardos cargados sobre él.
Mi impresión es que el
psicoanálisis despierta en todos los que lo practican el espíritu de la caridad
cristiana. Nada existe en la vida humana que el psicoanálisis no nos pueda
hacer comprender. Todo siempre es perdonado.
Por el contrario, comprender todo no es perdonar todo. El
análisis nos enseña apenas lo que podemos soportar, pero también lo que podemos
evitar. El análisis nos dice lo que debe ser eliminado. La tolerancia con el
mal no es de manera alguna corolario del conocimiento. Mi lengua es el alemán.
Mi cultura, mi realización es alemana. Yo me considero un intelectual alemán,
hasta que percibí el crecimiento del preconcepto antisemita en Alemania y en
Austria. Desde entonces prefiero considerarme judío.
Me pone contento, señor
Profesor, que también usted tenga sus complejos, ¡que también el señor Freud
demuestre que es un mortal!
Nuestros complejos son la fuente de nuestra debilidad; pero
con frecuencia, son también la fuente de nuestra fuerza.Imagino, observo,
¡cuáles serán mis complejos!
Un análisis serio dura
más o menos un año. Puede durar igualmente dos o tres años. Usted está
dedicando muchos años de su vida la "caza de los leones". Usted
procuró siempre a las personas destacadas de su generación: Roosevelt, el
Emperador, Hindemburgh, Briand, Foch, Joffre, George Bernard Shaw....
Es parte de mi trabajo.
Pero también es su
preferencia. El gran hombre es un símbolo. Su búsqueda es la búsqueda de su
corazón. Usted también está procurando al gran hombre para tomar el lugar de su
padre. Es parte del complejo del padre.
Me gustaría poder quedarme aquí lo bastante para vislumbrar
mi corazón a través de sus ojos. ¡Tal vez como la Medusa, yo muriese de pavor
al ver mi propia imagen! Aún cuando no confío en estar muy informado sobre
psicoanálisis, frecuentemente anticiparía o intentaría anticipar sus
intenciones.
La inteligencia en un
paciente no es un impedimento. Por el contrario, muchas veces facilita el
trabajo.
A veces imagino si no seríamos más felices si supiésemos
menos de los procesos que dan forma a nuestros pensamientos y emociones. El
psicoanálisis le roba a la vida su último encanto, al relacionar cada
sentimiento a su original grupo de complejos. No nos volvemos más alegres
descubriendo que todos abrigamos al criminal o al animal.¿Qué objeción puede
haber contra los animales? Yo prefiero la compañía de los animales a la
compañía humana.
¿Por qué?
Porque son más simples. No sufren de una personalidad
dividida, de la desintegración del ego que resulta de la tentativa del hombre de
adaptarse a los patrones de civilización demasiado elevados para su mecanismo
intelectual y psíquico. El salvaje, como el animal, es cruel, pero no tiene la
maldad del hombre civilizado. La maldad es la venganza del hombre contra la
sociedad, por las restricciones que ella impone. Las más desagradables
características del hombre son generadas por ese ajuste precario a una
civilización complicada. Es el resultado del conflicto entre nuestros instintos
y nuestra cultura. Mucho menos desagradables son las emociones simples y
directas de un perro al mover su cola, o al ladrar expresando su displacer. Las
emociones del perro nos recuerdan a los héroes de la antigüedad. Tal vez sea
esa la razón por la que inconcientemente damos a nuestros perros nombres de héroes
como Aquiles o Héctor.Mi cachorro es un doberman pinscher llamado Ajax.Me
contenta saber que no pueda leer. ¡El sería, ciertamente, el miembro menos
querido de la casa si pudiese ladrar sus opiniones sobre los traumas psíquicos
y el complejo de Edipo!
Aún usted, profesor,
sueña la existencia compleja por demás, en tanto me parece que usted es en
parte responsable por las complejidades de la civilización moderna. Antes que
usted inventase el psicoanálisis, no sabíamos que nuestra personalidad es dominada
por una hueste beligerante de complejos cuestionables. El psicoanálisis vuelve
a la vida como un rompecabezas complicado.
De ninguna manera. El psicoanálisis vuelve a la vida más
simple. Adquirimos una nueva síntesis después del análisis. El psicoanálisis
reordena el enmarañado de impulsos dispersos, procura enrollarlos en torno a su
carretel. O, modificando la metáfora, el psicoanálisis suministra el hilo que
conduce a la persona fuera del laberinto de su propio inconsciente.
Al menos en la
superficie, pues la vida humana nunca fue más compleja. Cada día una nueva idea
propuesta por usted o por sus discípulos, vuelven un problema de la conducta
humana más intrigante y más contradictorio.
El psicoanálisis, por lo menos, jamás cierra la puerta a una
nueva verdad.
Algunos de sus
discípulos, más ortodoxos que usted, se apegan a cada pronunciamiento que sale
de su boca.
La vida cambia. El psicoanálisis también cambia. Estamos
apenas en el comienzo de una nueva ciencia.
La estructura
científica que usted levanta me parece ser mucho más elaborada. Sus fundamentos
-la teoría de la transferencia, de la sexualidad infantil, de los simbolismos
de los sueños, etcétera- parecen permanentes.
Yo repito, pues, que estamos apenas en el inicio. Yo apenas
soy un iniciador. Conseguí desenterrar monumentos enterrados en los sustratos
de la mente. Pero allí donde yo descubrí algunos templos, otros podrán
descubrir continentes.
¿Usted siempre pone el
énfasis sobre todo en el sexo?
Respondo con las palabras de su propio poeta, Walt Whitman:
"Yet all were lacking, if sex were lacking" (Sin embargo,
careceríamos de todo, si careciésemos de sexo). Mientras tanto, ya le expliqué
que ahora pongo el énfasis casi igual en aquello que está más allá del placer
-la muerte, la negación de la vida. Este deseo explica por qué algunos hombres
aman al dolor- como un paso para el aniquilamiento. Explica por qué el poeta
Algernon Swinburne dice: "From too much love of living/ from hope and fear
set free/ we thank with brief thanksgiving/ whatever gods may be/ that no life
lives for ever/ that dead men rise up never/ that even the weariest river/
winds somewhere safe to sea" (Por el excesivo amor a la vida/ por la
esperanza y el temor liberados/ agradezcamos brevemente a los dioses/
cualesquiera que ellos sean/ que la vida no sea eterna/ que los muertos nunca
se levanten/ que hasta el río más perezoso/ desagüe tranquilo en el mar).
Shaw, como usted, no
desea vivir para siempre; pero a diferencia de usted, él considera al sexo
carente de interés.
Shaw no comprende al sexo. El no tiene ni la más remota
concepción del amor. No hay un verdadero caso amoroso en ninguna de sus piezas.
El hace humoradas sobre el amor de Julio César -tal vez la mayor pasión de la
historia-. Deliberadamente, tal vez maliciosamente, él despoja a Cleopatra de
toda grandeza, relegándola a una simple e insignificante muchacha. La razón
para la extraña actitud de Shaw frente al amor, su negación del movil de todas
las cosas humanas que emana de sus piezas -a pesar del clamor universal y de su
enorme alcance intelectual-, es inherente a su psicología. En uno de sus
prefacios, él mismo enfatiza el rasgo ascético de su temperamento. Yo puedo
estar errado en muchas cosas, pero estoy seguro de que no erré al enfatizar la
importancia del instinto sexual. Por ser tan fuerte, choca siempre con las
convenciones y salvaguardas de la civilización. La humanidad, en una especie de
autodefensa, procura su propia importancia. Si usted raspa a un ruso, dice el
proverbio, aparece el tártaro sobre la piel. Analice cualquier emoción humana,
no importa cuán distante esté de la esfera de la sexualidad, y usted encontrará
ese impulso primordial al cual la propia vida debe su perpetuidad.
Usted, sin duda, fue
bien seguido al transmitir ese punto de vista a los escritores modernos. El
psicoanálisis dió nuevas intensidades a la literatura.
También recibí mucho de la literatura y la filosofía. Nietzsche
fue uno de los primeros psicoanalistas. Es sorprendente ver hasta qué punto su
intuición preanuncia las novedades descubiertas. Ninguno se percató más
profundamente que él de los motivos duales de la conducta humana y de la
insistencia del principio del placer en predominar indefinidamente. En
"Also sprach Zarathustra" (Así habló Zaratustra) dice: "El dolor
grita: ¡va! Pero el placer quiere eternidad pura, profunda eternidad". El
psicoanalisis puede ser menos discutido en Austria y en Alemania que en los
Estados Unidos, por lo tanto su influencia en la literatura es inmensa. Thomas
Mann y Hugo Von Hofmannsthal mucho nos deben a nosotros. Schnitzler recorre un
sendero que es, en gran medida, paralelo a mi propio desarrollo. El expresa
poéticamente lo que yo intento comunicar científicamente. Pero el doctor
Schnitzler no es sólo un poeta, es también un científico.
Usted no sólo es un
científico, también es un poeta. La literatura norteamericana está impregnada
de psicoanálisis. Hupert Hughes, Harvey O'Higgins y otros, son sus intérpretes.
Es casi imposible abrir una nueva novela sin encontrar alguna referencia al
psicoanálisis. Entre los dramaturgos Eugene O'Neill y Sidney Howard tienen una
gran deuda con usted. "The silver cord" (Cordón de plata) por
ejemplo, es simplemente una dramatización del complejo de Edipo.
Lo sé, y entiendo el cumplido que hay en esa afirmación, pero
tengo cierta desconfianza de mi popularidad en los Estados Unidos. El interés
norteamericano por el psicoanálisis no se profundiza. La popularización lo
lleva a la aceptación sin que se lo estudie seriamente. Las personas apenas
repiten las frases que aprenden en el teatro o en las revistas. Creen
comprender algo del psicoanálisis porque juegan con su argot. Yo prefiero la
ocupación intensa con el psicoanálisis tal como ocurre en los centros europeos,
aunque Estados Unidos fue el primer país en reconocerme oficialmente. La Clark
University me concedió un diploma honorario cuando yo siempre fui ignorado en
Europa. Mientras tanto, Estados Unidos hace pocas contribuciones originales al
psicoanálisis. Los norteamericanos son jugadores inteligentes, raramente
pensadores creativos. Los médicos en los Estados Unidos, y ocasionalmente
tambien en Europa, tratan de monopolizar para sí al psicoanálisis. Pero sería
un peligro para el psicoanálisis dejarlo exclusivamente en manos de los médicos
pues una formación estrictamente médica es, con frecuencia, un impedimento para
el psicoanálisis. Es siempre un impedimento cuando ciertas concepciones
científicas tradicionales están arraigadas en el cerebro.
...
No me haga parecer un pesimista. Yo no tengo desprecio por el
mundo. Expresar desdén por el mundo es apenas otra forma de cortejarlo, de
ganar audiencia y aplauso. No, yo no soy un pesimista en tanto tenga a mis
hijos, mi mujer y mis flores. No soy infeliz, al menos no más infeliz que otros.
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